El regreso de una saga que se niega a morir
En el vasto universo del cine de acción y superación personal, pocas franquicias han sido tan influyentes como Karate Kid. Desde su debut en los años 80, la historia del joven Daniel LaRusso guiado por el sabio Sr. Miyagi ha dejado una huella imborrable. Décadas después, con secuelas, reboots y la popular serie de Netflix Cobra Kai, el universo Karate Kid ha demostrado ser resistente al paso del tiempo. Sin embargo, con Karate Kid: Legends, la nostalgia parece haber chocado con los límites de la creatividad.
Una criatura de retazos
El filme, dirigido por Jonathan Entwistle, parece una mezcla entre ingredientes conocidos: una pizca de la tetralogía original, una cucharada del remake de 2010 con Jackie Chan, y un toque de Cobra Kai. El resultado: una criatura de Frankenstein que si bien entretiene, no aporta novedad ni profundidad.
Ralph Macchio y Jackie Chan regresan a sus icónicos papeles, pero sus apariciones están limitadas hasta el clímax final. El protagonismo recae en Li Fong (interpretado por Ben Wang), un adolescente con talento para el kung fu que busca sentido y redención tras la trágica muerte de su hermano mayor.

Nueva ciudad, nuevos conflictos
La historia arranca cuando la madre de Li, interpretada por Ming-Na Wen, decide mudarse con él a Nueva York para comenzar una nueva etapa como médica. Su única condición: “Nada de peleas”. Una regla que, como cualquier espectador adivinaría, no durará mucho tiempo.
Apenas instalado, Li conoce a Mia (Sadie Stanley), hija del dueño de una pizzería. Entre ellos surge un romance adolescente, pero el exnovio de Mia, Connor (Aramis Knight), representa la primera amenaza. La violencia no tarda en aparecer.
Peleas, deudas y entrenamiento
El padre de Mia, Victor (Joshua Jackson), es un exboxeador en apuros económicos. Cuando un grupo de matones llega a cobrarle una deuda relacionada con el dojo donde entrena Connor, Li interviene y demuestra su habilidad en combate. Impresionado, Victor decide volver al ring, con Li como su entrenador personal.
Así nace el primer montaje de entrenamiento “al estilo Karate Kid”, aunque con un toque de comedia forzada. En los vagones vacíos del metro de Nueva York, el chico entrena al adulto, invirtiendo los roles clásicos.
El torneo que lo cambia todo
Cuando Victor resulta herido en un combate desleal, Li se ve obligado a inscribirse en un torneo con un premio de 50.000 dólares. Es entonces cuando Mr. Han reaparece para ofrecerle su guía, aunque con una salvedad: él enseña kung fu, no karate.
Para suplir esa carencia, Han busca la ayuda de Daniel LaRusso. Unidos por su antigua amistad con el Sr. Miyagi, ambos entrenan a Li en un jardín en la azotea de Nueva York, repitiendo ejercicios como “chaqueta puesta, chaqueta quitada”, homenajeando el icónico “encerar y pulir”.

Fórmulas que se repiten
A pesar del esfuerzo de sus protagonistas, la película no logra escapar del peso de sus clichés. Villanos unidimensionales, reglas rotas, torneos, traumas personales y entrenamientos excéntricos forman una narrativa predecible. Incluso el combate final, ambientado en una azotea con vistas espectaculares, se siente más como una postal que como un clímax.
La duración de apenas 94 minutos no permite desarrollar personajes ni conflictos con profundidad. La cinta parece más interesada en tocar todos los puntos obligatorios de la franquicia que en construir algo genuinamente nuevo.
Legado forzado
El título Legends parece una promesa incumplida. Aunque se incluyen referencias a The Karate Kid II y cameos de personajes de entregas anteriores, el resultado general es más un tributo decorativo que una continuación sustancial. Incluso el comentario de Daniel sobre transmitir el legado del Sr. Miyagi parece más una justificación de marketing que una verdad emocional.
Reacción crítica y comercial
La recepción crítica ha sido tibia. Los índices en Rotten Tomatoes y Metacritic rondan el 50 %, mientras que las opiniones del público se dividen entre quienes disfrutan la nostalgia y quienes lamentan la falta de ambición.
En taquilla, la película ha tenido un desempeño modesto. Su presupuesto de 45 millones de dólares ha sido recuperado, pero sin gran margen, lo que indica que la magia del pasado no garantiza el éxito del presente.
Más de lo mismo, con menos impacto
Karate Kid: Legends no es un desastre absoluto. Tiene momentos entrañables, actuaciones sólidas (sobre todo la de Ben Wang), y un ritmo que no aburre. Pero también evidencia una franquicia estancada, incapaz de evolucionar sin repetir el pasado.
Para los fanáticos más acérrimos, será un reencuentro emotivo. Para los nuevos espectadores o quienes esperan algo fresco, será una experiencia olvidable. El verdadero legado de Karate Kid está a salvo… en sus versiones anteriores.